, 02 Abr. 23 (ACI Prensa).- El Papa Francisco celebró este 2 de abril el Domingo de Ramos en la Plaza de San Pedro, desde donde señaló que Cristo se entregó hasta el extremo, experimentando incluso el abandono de Dios, para que en los momentos más difíciles las personas no pierdan la esperanza.
El Pontífice presidió este domingo el inicio de la Semana Santa 2023, al día siguiente de salir de alta del Hospital Agostino Gemelli donde fue tratado por los médicos a causa de una infección respiratoria.
La celebración fue precedida por la procesión de las palmas de Domingo de Ramos, portadas por obispos, sacerdotes, religiosos y laicos alrededor del obelisco de la Plaza de San Pedro para recordar el ingreso de Jesús a Jerusalén.
El Papa Francisco llegó en papamóvil al obelisco. Luego de la ceremonia en la que se bendijo las palmas, la procesión de obispos y sacerdotes, junto con el Santo Padre, se dirigió al atrio de la basílica vaticana para la Misa con la que inicia la Semana Santa.
En su homilía, el Pontífice reflexionó sobre la palabra de Cristo en la cruz: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”, que recuerda que “el sufrimiento de Jesús fue grande”, pues experimentó no solo dolor físico, sino también el espiritual, con la traición de Judas, las negaciones de Pedro, las condenas y burlas públicas, y el abandono de los discípulos.
Pero aún más, indicó el Papa, “en la hora más trágica, Jesús experimenta el abandono de Dios”. “El Señor llega a sufrir por amor a nosotros, lo que nos es difícil incluso de comprender. Ve el cielo cerrado, experimenta la amarga frontera del vivir, el naufragio de la existencia, el derrumbamiento de toda certeza. Grita el ‘por qué’ de los ‘por qué’”, señaló, ante los 60 mil fieles reunidos en la Plaza de San Pedro.
El Papa Francisco explicó que “el verbo ‘abandonar’ en la Biblia es fuerte; aparece en momentos de extremo dolor: en amores fracasados, negados y traicionados; en hijos rechazados y abortados; en situaciones de repudio, viudez y orfandad; en matrimonios agotados, en exclusiones que privan de vínculos sociales, en la opresión de la injusticia y la soledad de la enfermedad”.
“Cristo llevó todo ello a la cruz, tomando sobre sí el pecado del mundo. Y en el momento culminante, el Hijo unigénito y amado experimentó la situación que le era más ajena: la lejanía de Dios”, señaló.
El Santo Padre afirmó que Cristo llegó a ese extremo por cada uno de los seres humanos. “Hermanos y hermanas, todo esto no es un espectáculo. Cada uno, oyendo el abandono de Jesús, cada uno de nosotros se diga: por mí. Este abandono es el precio que ha pagado por mí”, expresó.
El Pontífice aseguró a los fieles que Jesús “experimentó el abandono para no dejarnos rehenes de la desolación y estar a nuestro lado para siempre”, para que cuando alguno se sienta “perdido en un callejón sin salida”, pueda tener esperanza.
“El Señor nos salva así, desde el interior de nuestros ‘por qué’. Desde ahí despliega la esperanza que no defrauda”, reiteró.
En ese sentido, el Papa Francisco señaló que estando en la cruz, Jesús, “aunque se sienta abandonado completamente, no cede a la desesperación –esto es el límite–, sino que reza y se encomienda” al Padre.
“En el abandono se entrega. No sólo eso, sino que en el abandono sigue amando a los suyos que lo habían dejado solo y perdona a los que lo crucifican”, indicó el Pontífice, y afirmó que este amor extremo de Cristo “es capaz de transformar nuestros corazones de piedra en corazones de carne”, porque “es un amor de piedad, de ternura, de compasión”.
Cristo, añadió el Pontífice, está también en cada una de las personas que son descartadas, y recordó el caso del indigente que falleció en la Plaza de San Pedro. “Pienso en aquel hombre llamado ‘de la calle’, alemán, que murió bajo la columnata, solo, abandonado. Él es Jesús para cada uno de nosotros”, afirmó.
Por ello, el Papa Francisco llamó a cuidar de “tantos ‘cristos abandonados’”, los visibles e invisibles, aquellos “que son descartados con guante blanco: niños no nacidos, ancianos que han sido dejados solos, enfermos no visitados, discapacitados ignorados, jóvenes que sienten un gran vacío interior sin que nadie escuche realmente su grito de dolor”.
Al culminar su homilía, el Santo Padre invitó a pedir a Dios “la gracia de saber amar a Jesús abandonado y saber amar a Jesús en cada persona abandonada”.
“Pidamos la gracia de saber ver y reconocer al Señor que sigue gritando en ellos. No dejemos que su voz se pierda en el silencio ensordecedor de la indiferencia. Dios no nos ha dejado solos; cuidemos de aquellos que han sido dejados solos”, exhortó.
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