Redacción Central, 14 Abr. 21 (ACI Prensa).- El Cardenal Charles Maung Bo, presidente de la Federación de las Conferencias Episcopales Asiáticas, instó a los católicos en Myanmar, antigua Birmania, a compartir la misericordia de Dios en medio del sufrimiento causado por el golpe militar del pasado 1 de febrero, que derrocó a la dirigente Aung San Suu Kyi.
“Hoy, más que nunca, nuestra comunidad necesita misericordia. Millones se mueren de hambre. Antes de que pudieran salir de ese desastre, llegó el golpe. La mayoría de nuestra gente muere de hambre. Necesitamos compartir nuestros recursos. Por pobres que seamos, podríamos compartir algo. Ese es el signo de la Divina Misericordia”, dijo el Cardenal Bo en su homilía del 11 de abril.
En Myanmar se registran enfrentamientos sangrientos entre las fuerzas de seguridad y los manifestantes que protestan por el golpe de Estado militar. Desde el inicio de la crisis han fallecido más de 500 personas, incluidos 44 niños.
El Cardenal Bo, también Arzobispo de Yangon, aseguró que el hambre no es solo el problema que enfrenta su pueblo, sino que estos “tienen miedo, están traumatizados, su espíritu está roto por la violencia callejera”.
“Necesitan palabras, palabras de consuelo. Necesitamos visitar a las personas que han perdido a sus seres queridos por el odio... Todos necesitan las palabras tranquilizadoras, como Jesús tranquilizó a sus discípulos: ‘No tengan miedo; estoy contigo siempre’”, dijo.
El Cardenal Bo realizó una visita pastoral el Domingo de la Divina Misericordia a Myitkyina en la región norte del Estado de Kachin, que ha experimentado algunas de las peores situaciones de violencia mientras las fuerzas de seguridad reprimen a los manifestantes del golpe militar.
“Myitkyina ha aparecido en las noticias por tristes razones y razones de fe y sacrificio. Triste razón por la gran tragedia de matar a los inocentes en las calles, especialmente frente a la iglesia. La Iglesia fue arrastrada a la lucha de nuestro pueblo, llamada a acompañar a nuestro pueblo en su sangre y lágrimas”, dijo el cardenal.
El purpurado cree que para muchos de sus compatriotas “la decimotercera estación de la Cruz, de Nuestra Madre llorando por el cadáver de su Hijo, se hizo realidad”.
“Vivimos en un país donde cientos de madres viven con lágrimas inconsolables y el corazón herido, como nuestra Madre María, con la vista de sus hijos e hijas torturados y asesinados. A todas esas madres y a todos ustedes directamente involucrados, oramos con la gracia que fluye del corazón de Jesús”, dijo.
Su visita se produjo días después de que los medios informaran que más de 80 personas murieron por fuego de artillería pesada en las protestas en la ciudad de Bago el 9 de abril.
El Programa Mundial de Alimentos de la ONU ha advertido que el aumento de los precios de los alimentos representa una amenaza significativa para los pobres y vulnerables del país, incluidas las miles de personas que han sido desplazadas por la violencia.
Iglesias y templos budistas en la región de Kachin también han sido objeto de redadas y registros militares, según la Agencia Fides.
“Necesitamos la luz de la misericordia de Dios en Myanmar”, dijo el Cardenal Bo, instando a los católicos a practicar las obras de misericordia y oraciones continuas por la paz.
“No paguemos la inhumanidad con la inhumanidad. No paguemos la brutalidad con brutalidad. La guerra civil heriría a todos y tardaría décadas en sanar. No tomemos ese camino de autodestrucción”, pidió.
El Cardenal Bo señaló en particular el testimonio de Santa Faustina Kowalska sobre la Divina Misericordia. Invitó a los católicos a rezar la Coronilla de la Divina Misericordia y recordar la resurrección del Señor.
“Hemos visto tantas heridas, tanta sangre, tanta atrocidad contra personas inocentes: nos cuesta creer que Dios está presente en medio de esta oscuridad. Sí, en medio de toda esta oscuridad, mis hermanos y hermanas, es importante creer que Dios finalmente triunfará sobre el mal”, dijo el purpurado.
“Jesús es el sanador herido. Sus heridas limpian nuestro dolor hoy. Roguemos a Jesús: Ayúdanos Señor, cuando nuestra tierra esté herida y sangrando de odio, seamos sanadores heridos. Tengamos la gracia y el coraje de perdonar y reconciliar a nuestros peores enemigos y darle el beneficio del amor”, concluyó.
Traducido y adaptado por Diego López Marina. Publicado originalmente en CNA.
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