REDACCIÓN CENTRAL, 27 Abr. 21 (ACI Prensa).- Cada 27 de abril celebramos la fiesta de Santa Zita, patrona de las empleadas del hogar. Ella fue una mujer de condición muy humilde, por lo que desde pequeña tuvo que trabajar como sirvienta en casa de una familia rica de su localidad. De esa manera, Zita podía hacerse de algún dinero y contribuir al mantenimiento de su familia. Su trabajo le acarreó una serie de dificultades y penurias que ella afrontó desde su fe. Fue blanco de burlas y maltratos, pero su amor a Dios y a su familia le ayudaron a mantenerse firme, y a crecer en confianza en la providencia de Dios.
Santa Zita nació cerca de Lucca (Italia) en 1218 y empezó a trabajar desde los doce años de edad. Al final, fueron 48 largos años los que trabajó para una familia rica.
Ella sabía muy bien qué eran las privaciones y las dificultades; y aún con ellas, siempre se preocupaba por los que consideraba más desfavorecidos. Cierto día salió de la casa de sus patrones para atender a una persona enferma, dejando trabajo pendiente en la cocina. Eso causó irritación entre algunos de sus compañeros, quienes la acusaron frente a la señora de la casa. Cuando aquella mujer fue a la cocina a investigar, encontró que todo estaba impecablemente limpio y aseado. Aquel portento fue atribuido a los ángeles que hicieron ese mandado para proteger a Zita. La dueña de la casa, sorprendida por lo sucedido, le permitió desde aquel momento más libertad para servir a los pobres. Sin embargo, no por eso cesaron los ataques o las burlas de otros sirvientes.
Por aquellos días, una hambruna golpeó duramente a la ciudad y Santa Zita tuvo que redoblar sus esfuerzos por quienes padecían de hambre. Ella habitualmente compartía la comida de la casa de su señora, pero esta vez tuvo que repartir hasta su propia comida y las reservas de grano que poseía la familia. Cuando los patrones fueron informados de lo que había hecho Zita fueron a registrar el granero y se dieron con la sorpresa de que la despensa estaba milagrosamente llena.
En vísperas de una Navidad, Zita se encontró con un hombre que temblaba de frío al lado de la puerta de la Iglesia de San Frediano. Entonces, la Santa le dio un manto costoso que pertenecía a su señora para abrigar al buen hombre y le pidió que lo devolviera al terminar la Misa, pero el hombre desapareció.
Su patrón montó en cólera al siguiente día contra Zita, pero un anciano desconocido en el pueblo llegó y devolvió el manto. Los ciudadanos, entonces, concluyeron que aquel necesitado había sido en realidad un ángel, y desde aquel momento empezaron a llamar a la puerta donde había aparecido “el portal del ángel”.
Santa Zita murió el 27 de abril de 1278 y de inmediato su fama de santidad se extendió en todo el país y más allá de sus fronteras. Sus restos reposan hoy en la capilla de Santa Zita de la Iglesia de San Frediano, en Lucca (Italia).
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