, 12 Ago. 22 (ACI Prensa).- El Arzobispo de Valencia (España), Cardenal Antonio Cañizares, ha llamado a actuar “de manera proactiva, no reaccionaria” al desafío de un “proyecto” que conlleva aparejada una crisis del hombre y el debilitamiento de las instituciones básicas, incluida la Iglesia.
“Hemos de actuar defendiendo lo auténticamente humano, o como dice el Papa Francisco, defender y luchar en pro de la ecología integral”, incide el Cardenal Cañizares.
En concreto, el Purpurado considera, a través de una carta pública, que el plan “que parece se pretende imponer” también está relacionado con una crisis de principios morales y de valores que busca devaluar la familia, la escuela, la universidad y los medios de comunicación.
Según detalla el Arzobispo de Valencia, “lo más sustancial” del proyecto se caracteriza por vivir por encima de las posibilidades, la especulación financiera, el aumento de los casos de corrupción o colocar “el tener por encima del ser”.
Asimismo, considera que son síntomas de una crisis de valores y de la caída en el relativismo los índices de natalidad en Europa “y especialmente en España” y la “desfiguración” de la verdad de la familia y la posibilidad del “divorcio exprés”.
También lo son que “se ha perdido el sentido de la eternidad y de Dios”, la existencia de una amenaza a “la vida no nacida o en fases delicadas” que la inmigración “no constituye una expresión de generosidad europea sino más bien de egoísmo”.
Actitudes personalesEl Cardenal Cañizares, señala en que más allá de las soluciones técnicas, económicas y financieras, también necesarias, “nuestros auténticos problemas y males residen en las actitudes y comportamientos individuales”.
En este sentido subraya la falta de convicción, la debilidad en la defensa de los valores propios, la cobardía, el relativismo, o lo políticamente correcto como “enfermedades y males” con una “enorme capacidad de contagio entre nosotros”.
El Purpurado augura que la crisis de valores será más difícil de hacer frente que la crisis económica actual porque cuando “se pierde el sentido de la vida y con él la esperanza y la capacidad de afrontar las dificultades, no hay razones últimas para esperar, no hay esfuerzo ni capacidad de sacrificio para superar problemas”.
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