
“¡Oh feliz pareja, Joaquín y Ana, a ustedes está obligada toda la creación! Por medio de ustedes, en efecto, la creación ofreció al Creador el mejor de todos los dones, o sea, aquella augusta Madre, la única que fue digna del Creador”, añadía el Santo y Doctor de la Iglesia.
En los Evangelios no hay mayor información sobre el nacimiento de María. Es a través de algunas tradiciones como nos han llegado algunos datos. Por ejemplo, considerando a María descendiente de David, hay quienes ubican su nacimiento en Belén. Otras tradiciones, como la griega o la armenia, señalan a Nazareth como la cuna de María.
Para el siglo V existía ya en Jerusalén un santuario mariano situado junto a los restos de la Piscina Probática (Piscina o estanque de Bethesda). Allí, debajo de la hermosa iglesia románica levantada por los cruzados (la Basílica de Santa Ana), se hallan los restos de una basílica bizantina y unas criptas excavadas en la roca que parecen haber formado parte de una vivienda a la que se considera como la casa en la que nació y vivió la Virgen. Junto a esta tradición, fundada en textos apócrifos como el protoevangelio de Santiago (siglo II), se dice que Joaquín, padre de María, poseía un rebaño de ovejas y llevaba a la piscina probática aquellas ovejas que serían sacrificadas en el templo, con el propósito de lavarlas y dejarlas aptas para el sacrificio.
La Fiesta de la Natividad de la Santísima Virgen se celebra en Oriente desde el siglo V y en Occidente fue introducida hacia el siglo VII. En Roma, la fiesta se celebraba con una procesión en la que se recitaban las letanías a la Virgen y que concluía en la Basílica de Santa María la Mayor.
Hay numerosas evidencias del profundo amor que los cristianos profesaban por María desde antiguo, y la importancia que se le ha dado a esta fiesta que hoy celebra la Iglesia, conmemorando el nacimiento de la Madre de Dios.
“Hoy emprende su ruta la que es puerta divina de la virginidad. De Ella y por medio de Ella, Dios, que está por encima de todo cuanto existe, se hace presente en el mundo corporalmente… Sirviéndose de Ella, Dios descendió sin experimentar ninguna mutación, o mejor dicho, por su benévola condescendencia apareció en la Tierra y convivió con los hombres", añadía San Juan Damasceno.
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