Génova, 25 Jun. 20 (ACI Prensa).- El Cardenal Angelo Bagnasco se despidió en la noche del miércoles 24 de junio de su ministerio como Arzobispo de Génova (Italia) con la celebración de una Misa solemne en la Catedral de San Lorenzo.
A finales de mayo, el Papa Francisco aceptó la renuncia del Purpurado al cumplir 75 años de edad y llamó a Mons. Marco Tasca para sucederlo. El Cardenal Bagnasco, que también presidió la Conferencia Episcopal Italiana, se despide después de dirigir la Arquidiócesis cerca de 14 años.
“Ahora que he llegado a la última rampa de mi peregrinación, me gustaría dirigirles unas palabras más”, dijo el Cardenal al inicio de su homilía.
“Les digo una palabra a ustedes, hijos de la vida: sepan agradecer y ser dóciles con quienes los aman con amor puro. Les escribo adolescentes: no tengan miedo de sus turbulencias internas, Jesús está a su lado, escuchen su voz. Les escribo jóvenes, primavera del mundo: no extrañen su vida. Hay alturas que ni siquiera se pueden imaginar, pero que el alma puede alcanzar y esperar. La cultura de hoy no quiere que seas consciente y liberes a las personas, pero recuerda: solo hay verdad fuera de mentiras y mitos, y la verdad es Cristo. Su palabra es exigente, pero no traiciona”, continuó.
El Cardenal también habló de las familias, a las que considera como “cuna de vida insustituible” y “un campo de entrenamiento para la humanidad y la fe”.
“No eres algo que se debe apoyar, sino la primera realidad en la que invertir. Eres el mayor activo, sin ti no hay futuro. La Iglesia está cerca de ti: sé hogar de oración y rigor educativo”, alentó.
También se dirigió a los adultos que tienen grandes responsabilidades. “No es importante sentirse importante, sino ser útil. En cada uno de nosotros hay algo que nadie puede romper o matar”, les dijo.
A los ancianos les dijo que “no son narradores nostálgicos del pasado, sino custodios de una sabiduría que indica lo que vale la pena”.
“Los años nos han hecho examinar las cosas y miramos a las generaciones más jóvenes con afecto. Nuestra mirada tal vez esté marcada por el desencanto, pero ciertamente no por el pesimismo que amarga los días y entristece a los demás. El mundo necesita este aspecto, vidriado con confianza y paciencia”, aseguró.
También aprovechó para agradecer a sus sacerdotes “por la paciencia que han tenido y por la benevolencia con la que me han acogido”.
“Perdona lo que haya pasado por alto. Somos hombres pobres, pero hemos consagrado nuestras vidas para la salvación de las almas: No buscamos las glorias humanas, sino la gloria de Dios. A medida que pasan los años, esta verdad brilla como el sol y la paz”, añadió, y extendió su agradecimiento a religiosos, religiosas y seminaristas.
“Gracias, ciudad hermosa y exigente, porque me acogiste como tu pastor y caminamos juntos”, concluyó el Purpurado.
Traducido y adaptado por Diego López Marina. Publicado originalmente en ACI Stampa.
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