, 27 Jul. 22 (ACI Prensa).- Un año más la reliquia de la sangre de San Pantaleón se ha licuado en el convento de la Encarnación en Madrid (España), hasta donde se han desplazado numerosos fieles, aunque aún no se ha recuperado la afluencia de los años previos a la pandemia.
La Archidiócesis de Madrid ha difundido los testimonios de algunos de los devotos que se han acercado en este día motivados por razones diversas.
Flora reconoce que acude desde hace años puntual a la cita, en agradecimiento porque ante el prodigio de la sangre licuada comenzó su camino de amistad con Cristo.
“La primera vez que vine me impresionó y, en cierta manera, ahí empezó mi conversión”, asegura. Desde entonces, cuando su fe no estaba asentada aún, aquello le animó a frecuentar la Iglesia.
A sus 87 años, María Pilar ha recorrido media ciudad en autobús para acudir al convento, donde ha rezado sobre todo por su salud. Pero no es el único motivo.
Bien le asoman las lágrimas cuando recuerda que su madre, siendo “la mayor de 12 hermanos, se vino a servir a Madrid y se los fue trayendo a todos”.
Cada 27 de julio, con motivo de la fiesta de San Pantaleón, “se juntaban todos aquí” para rezar ante las reliquias del santo por ser patrón de su pueblo de origen, Madriguera, una pedanía de la conocida localidad de Riaza en la provincia de Segovia.
A Francisco Javier, oriundo de Manzanares, en la provincia de Ciudad Real, la oportunidad de visitar las reliquias de San Pantaleón le ha llegado a medio camino de viaje hacia Soria. Desde hace años, dado que coincide con su cumpleaños, tenía la intención de acercarse en persona hasta el convento de la Encarnación.
Este año ha cumplido su sueño y aprovecha además para visitar el museo de la Catedral de Santa María la Real de la Almudena y la capilla de San Isidro, en el año santo por el IV centenario de su canonización, dentro del mismo templo.
Por su parte, para María, viuda desde hace 16 años, la visita a las reliquias de San Pantaleón tiene una profundidad espacial. Una de sus primeras salidas de casa tras el fallecimiento de su marido fue, precisamente, al convento de la Encarnación.
Además de recordar a su esposo, María ha pedido por la paz.
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