, 21 Mar. 22 (ACI Prensa).- La hermana Anna Zainchkovska es una de los 3 millones de personas que han tenido que huir de Ucrania desde que comenzó la ocupación rusa el pasado 24 de febrero. Salió de Kiev para poner a salvo a su madre, anciana y operada recientemente, ante la posibilidad de que estallara el conflicto, como finalmente sucedió. Dejó a su madre en Polonia, junto con su hermano y cuando ella quiso regresar a Ucrania la frontera estaba cerrada y no pudo entrar.
En esta situación de desamparo fue acogida por la Congregación de las Siervas de la Santísima Virgen María de la Inmaculada Concepción, en la ciudad de Przemysl, en la frontera de Polonia y Ucrania. Allí, lejos de desanimarse acude diariamente al centro de inscripción de esta ciudad, que es el primer punto después de pisar suelo Polaco. Recoge a sus compatriotas que llegan como refugiados y les da calor, apoyo y refugio.
La religiosa asegura que esta situación de dolor y guerra es incomprensible, pero que ella “espera en el bien” y está convencida de que “se acabará la guerra”.
“En estos días pienso cómo el Señor llora con el pueblo ucraniano. No puedo entender por qué sucede esto y por qué el Señor lo permite, pero nos fiamos de Él, que Él no nos deja, Él es el Señor de la Historia y de cada mal él siempre hace el bien. En este tiempo de destrucción de casas, de nuestro país, no dejemos destruir nuestra fe en el Señor porque Él no nos deja”, aseguró entre lágrimas.
Además subrayó su oración "por todos los que ya han muerto, para que ellos desde el Cielo nos ayuden y sostengan con la comunión de los santos, de la iglesia, con la iglesia que sufre”.
La situación de la hermana Anna es especialmente dolorosa porque, a pesar del desgarro de haber tenido que abandonar su país, debe mantenerse fuerte para poder sostener y acoger a quienes llegan a su casa.
Como es el caso de la familia Fatsiyevych. La madre y tres hijos junto al padre, que pudo salir por ser cabeza de una familia numerosa, llegaron a Przemysl huyendo de Kiev.
Tardaron tiempo en tomar la decisión de dejar el país. Su casa quedó sin electricidad y no podían calentarla, por eso llegaron a alcanzar temperaturas bajo cero en su interior.
Así que, aunque no querían abandonar su casa, sus vidas en Ucrania, se vieron forzados a ello. La situación era insostenible. La primera parada en su salida fue la ciudad de Poltava, que quedó rodeada por las tropas rusas poco después de que ellos llegaran. Tras unos días de incertidumbre y espera, decidieron volver a Kiev, para emprender la salida por otra vía más segura.
Cuando finalmente llegaron a Przemysl, no tenían dónde ir. Estaban confundidos y eran un grupo numeroso y esto dificultaba su acogida. Entre la enorme marea de solidaridad que está desplegando Polonia, la familia Fatsiyevych encontró a la hermana Anna.
"Ellas nos encontraron, estábamos en el andén y ellas nos encontraron. La hermana Anna nos vio y entendió que no teníamos dónde ir y estábamos esperando. Vino y nos preguntó si sabíamos dónde ir, y si queríamos ir con ella. Nos dijo que podíamos quedarnos un día en su albergue, nos dio refugio y nos ha permitido poder descansar un poco por ahora”, aseguró la madre.
En el convento de la congregación de las Religiosas Siervas de María hay un ala habilitada para acoger cada día a 30 refugiados. En un gran comedor, presidido por un crucifijo y por una cita del Evangelio, allí siempre hay preparadas dos largas mesas con comida cocinada con esmero. Lista para saciar el hambre de quien lleva días huyendo del horror. En las habitaciones se siente el calor de quien quiere acoger y abrazar al perseguido por las bombas.
En un ritmo sin fin de limpieza y lavadoras, cada día las religiosas cambian las sábanas y las toallas de sus 30 huéspedes, para que los siguientes puedan sentirse como en casa.
“Cuando has visto a tus hijos pasar frío y viajar durante más de 30 horas huyendo de la guerra, nunca pensamos que la acogida en Polonia podía ser así de calurosa”, aseguró la madre.
Y es que en ningún albergue de Polonia los refugiados pueden quedarse durante más de un día si no es por motivos justificados. Con esto las autoridades quieren evitar que se acumulen demasiadas personas en estos lugares.
La enorme mayoría de quienes salen de Ucrania quieren esperar en la frontera, quieren creer que el conflicto terminará pronto y podrán volver pronto a sus casas. Ninguno tenía pensado emigrar, por eso rechazan la idea de comenzar de cero en otro país al que no les une nada y del que no conocen ni el idioma ni las costumbres.
La respuesta de toda Polonia a esta crisis humanitaria sin precedentes es impresionante, una respuesta en la que la colaboración de la Iglesia es fundamental para dar apoyo, acogida y esperanza ante una guerra que por el momento no parece que vaya a terminar.
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