REDACCIÓN CENTRAL, 21 Ago. 20 (ACI Prensa).- “Instaurar todo en Cristo”: ese fue el lema elegido por Giuseppe Melchor Sarto (1835-1914) al ser elegido Papa Pío X en 1903 tras la muerte de León XIII. El santo centró su pontificado en la promoción de la Eucaristía entre los fieles, a quienes animó a recibirla diariamente si les era posible. Hijo de un cartero y proveniente de una familia humilde, Giuseppe fue ordenado sacerdote a los 23 años de edad en la provincia de Treviso, Venecia (Italia).
En 1867 fue nombrado arcipreste de Salzano, un importante municipio de la diócesis de Treviso, donde restauró la iglesia y ayudó a la ampliación y mantenimiento del hospital. Allí también hizo posible que los estudiantes de las escuelas públicas pudieran recibir instrucción religiosa.
En noviembre de 1884 fue nombrado Obispo de Mantua, una sede muy difícil. Al asumir el cargo, su principal preocupación fue la formación del clero por lo que empezó a trabajar en el seminario, encargándose personalmente de enseñar teología dogmática. En un consistorio secreto en junio de 1893, León XIII lo creó Cardenal, con el título de San Bernardo de las Termas; y en el consistorio público -tres días más tarde- fue preconizado Patriarca de Venecia, conservando el título de Administrador Apostólico de Mantua.
El Cardenal Sarto tuvo que esperar 18 meses para poder tomar posesión de su nueva diócesis, ya que el gobierno italiano se negaba a concederle reconocimiento oficial. Una vez, como Patriarca de Venecia, concentró su atención en el seminario, donde organizó la facultad de derecho canónico. Durante su pontificado, mediante decreto de la Sagrada Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, “Quam Singulari” (Cuán singular), recomendó que la Primera Comunión se administre a los niños pequeños, cuando tengan uso de razón.
Por el quincuagésimo aniversario de la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción, publicó la encíclica “Ad diem Illum laetissimum” (Hasta aquel alegre día) con el que promovió la devoción a María, en el marco del congreso mariano, en el que coronó la imagen de la Inmaculada Concepción ubicada en el coro de la Basílica de San Pedro. Durante toda su vida fue un gran enamorado de la música sacra, por lo que como Papa publicó un motu proprio sobre música sacra en las iglesias. Ordenó que el auténtico canto gregoriano se utilizara en todas partes y dispuso que los libros de cantos se imprimieran con el tipo de fuente del Vaticano bajo la supervisión de una comisión especial.
En la encíclica “Acerbo nimis” (Demasiado amargo), dobre la enseñanza de la doctrina cristiana, planteó que la catequesis fuera dirigida también a los adultos, dando reglas detalladas para que esto se llevara a cabo. Además promovió la publicación de un nuevo catecismo para la diócesis de Roma. Así como cuando fue obispo, siempre estuvo preocupado de la formación de los sacerdotes en los seminarios, como Papa publicó la encíclica "Pieni l'animo" (Lleno el ánimo), dirigida al Episcopado italiano (julio 28, 1906) en donde hacía énfasis en la necesidad de tener mayor cuidado en la ordenación de sacerdotes, llamando la atención de los obispos sobre el hecho de que, entre los clérigos más jóvenes, se manifestaba cada vez con mayor frecuencia un espíritu de independencia poco compatible con la disciplina eclesiástica. También ordenó que los seminarios italianos fueran visitados frecuentemente por los obispos.
Otra de sus grandes preocupaciones fue preservar la pureza de la fe, por eso, en 1907, publicó el decreto “Lamentabili” (llamado también el Syllabus de Pío X), en el que 65 proposiciones modernistas fueron condenadas. La mayor parte de ellas se referían a las Sagradas Escrituras, su inspiración y la doctrina de Jesús y los Apóstoles, mientras otras se relacionaban con el dogma, los sacramentos, la primacía del Obispo de Roma.
Poco después, el 8 de Septiembre de 1907, publicó la encíclica “Pascendi Dominici gregis” (Apacentar la grey del Señor), en donde exponía y condenaba el sistema del modernismo, destacando sus peligros en relación con la filosofía, apologética, exégesis, historia, liturgia y disciplina, y muestra la contradicción entre esa corriente de pensamiento y la fe.
Como el estudio de la Biblia es importantísima para la teología, el Papa Pío X deseaba fundar en Roma un centro especial para dichos estudios, que diera garantía de ortodoxia y valor científico. Finalmente, con el apoyo de los jesuitas, fundó el Pontificio Instituto Bíblico de Roma.
Bajo su pontificado se actualizó y completó el Código de Derecho Canónico en el que colaboraron autoridades en la materia de todo el mundo. La característica del nuevo reglamento es la completa separación de los aspectos judiciales de los administrativos; mientras que las funciones de algunos departamentos fueron determinadas con mayor precisión y sus trabajos más equilibrados. Hizo una serie de importantes cambios en la curia vaticana y publicó un motu proprio con 19 proposiciones -especialmente para la Iglesia en Italia- con las que buscó confrontar ciertas tendencias inclinadas hacia el socialismo y que promovían un espíritu de insubordinación a la autoridad eclesiástica.
Pío X fue un gran protector de la doctrina y disciplina católicas. La brillantez de su trabajo doctrinal fue reconocida incluso fuera de la Iglesia. A San Pio X se le reconoce por su espíritu apostólico, la fortaleza de su carácter, la precisión de sus decisiones y el celo por la recta formación de los católicos.
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