Vaticano, 07 Jun. 23 (ACI Prensa).- El Papa Francisco afirmó esta mañana que la Iglesia, “antes que muchos medios, métodos y estructuras, que a veces distraen de lo esencial, necesita corazones como el de Santa Teresa, corazones que atraen al amor y acercan a Dios”.
Así lo aseguró en la Audiencia General de este miércoles 7 de junio, ante las reliquias de Santa Teresa del Niño Jesús expuestas en la Plaza de San Pedro del Vaticano.
Tras rezar durante unos minutos y colocar una rosa blanca donde se encontraban las reliquias de la santa, continuó con su ciclo de catequesis sobre la evangelización y reflexionó acerca de la figura de esta patrona universal de las misiones.
Recordó que la santa estuvo “bajo el signo de la pequeñez y la debilidad: ella misma se definía un pequeño grano de arena”.
Destacó que, “aunque su cuerpo estaba enfermo, su corazón era vibrante, misionero” y enfatizó que Santa Teresa quiso ser misionera “no sólo por algunos años sino durante toda la vida, es más, hasta el fin del mundo”.
El Santo Padre subrayó que Santa Teresa, que falleció tan sólo con 24 años, ofreció continuos sacrificios y “aceptó todo con amor, con paciencia, ofreciendo junto a la enfermedad, también los juicios y las incomprensiones”.
A continuación, explicó que “esta fuerza misionera y esta alegría de interceder” llegaron a través de dos episodios concretos.
El primero, según recordó el Pontífice, se refiere “al día que le cambió la vida, la Navidad de 1886, cuando Dios obró un milagro en su corazón. A Teresa le quedaban poco para cumplir catorce años”.
“Al volver de la Misa de medianoche, el padre, muy cansado, no tenía ganas de asistir a la apertura de los regalos de la hija y dijo: ‘¡Menos mal que es el último año!, porque con 15 años ya no se hacía”.
“Teresa de carácter muy sensible y propensa a las lágrimas, se sintió mal, subió a su habitación y lloró. Pero rápido se repuso de las lágrimas, bajó y llena de alegría, fue ella la que animó al padre”, señaló el Santo Padre.
Según relató el Papa Francisco, “fue en esa noche en la que Jesús se había hecho débil por amor, ella se volvió fuerte de ánimo”.
“Desde entonces -continuó- dirigió su celo a los otros, para que encontraran a Dios y en vez de buscar consolación para sí se propuso ‘consolar a Jesús, hacerlo amar por las almas’”.
Además, enfatizó que “su celo estaba dirigido sobre todo a los pecadores, a los alejados”, algo que se demuestra en el segundo episodio que marcó su vida, la conversión de un preso que “no quiso recibir el consuelo de la fe”.
El preso se llamaba Enrico Pranzini, y finalmente, antes de ser ejecutado, se convirtió gracias a las oraciones de Santa Teresa de Jesús.
Ante el ejemplo de esta Doctora de la Iglesia, el Papa Francisco aseguró que “esta es la fuerza de la intercesión movida por la caridad, este es el motor de la misión”.
“De hecho, los misioneros, de los que Teresa es patrona, no son solo los que hacen mucho camino, aprenden lenguas nuevas, hacen obras de bien y son muy buenos anunciando; no, misionero es cualquiera que vive, donde se encuentra, como instrumento del amor de Dios; es quien hace de todo para que, a través de su testimonio, su oración su intercesión, Jesús pase”.
A continuación, pidió recordar que “el celo apostólico no funciona nunca por proselitismo, nunca o por constricción, nunca, sino por atracción. La fe nace por atracción, no se vuelve cristiano porque sea forzado por alguien, sino porque es tocado por el amor”.
Por ello, afirmó que “a la Iglesia, antes que muchos medios, métodos y estructuras, que a veces distraen de lo esencial, necesita corazones como el de Teresa, corazones que atraen al amor y acercan a Dios”.
Por último, invitó a pedir a la santa “la gracia de superar nuestro egoísmo y la pasión de interceder para que Jesús sea conocido y amado” y su intercesión “para que esta atracción sea más grande y Jesús sea conocido y amado”.
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