VATICANO, 03 Ene. 21 (ACI Prensa).- En Navidad Dios “no vino de visita, vino a vivir con nosotros, a estar con nosotros”, aseguró el Papa Francisco durante el rezo del Ángelus que presidió este domingo 3 de enero desde el Palacio Apostólico del Vaticano.
En la reflexión previa al Ángelus el Pontífice comentó el inicio del Evangelio de San Juan, y se centró en dos expresiones del evangelista: “En principio era el Verbo”; “se hizo carne y habitó entre nosotros”.
Sobre la primera, el Papa llama la atención sobre la expresión “en principio”, la misma que se emplea al inicio de la narración bíblica de la Creación. “Hoy el Evangelio dice que Aquel que hemos contemplado en su Natividad, Jesús, existía antes: antes del comienzo de las cosas, antes del universo. Él está antes del espacio y el tiempo. ‘En Él estaba la vida’ antes de que apareciera la vida”.
Y a continuación explica el significado bíblico de la palabra “Verbo, es decir, Palabra”.
“¿Qué quiere decirnos? La Palabra sirve para comunicar: no se habla solo, se habla con alguien. Así pues, el hecho de que Jesús sea desde el principio la Palabra significa que desde el principio Dios se quiere comunicar con nosotros, quiere hablarnos”.
Luego, el Papa se detuvo en las palabras “se hizo carne y habitó entre nosotros”. “¿Por qué San Juan usa esta expresión, ‘carne’? ¿No podría haber dicho, de una manera más elegante, que se hizo hombre? No, usa la palabra carne porque indica nuestra condición humana en toda su debilidad, en toda su fragilidad”.
“Nos dice que Dios se hizo fragilidad para tocar de cerca nuestras fragilidades. Por lo tanto, desde el momento en que el Señor se hizo carne, nada en nuestra vida le es ajeno. No hay nada que Él desdeñe; podemos compartir todo con Él”, subrayó.
De hecho, “Dios se hizo carne para decirte que te ama precisamente allí, en tus fragilidades; precisamente allí donde más te avergüenzas”.
El Papa Continuó: “No asumió nuestra humanidad como un vestido, que se pone y se quita. No, nunca se separó de nuestra carne. Y jamás se separará de ella: ahora y por siempre está en el cielo con su cuerpo de carne humana. Se unió para siempre a nuestra humanidad; podríamos decir que la ‘desposó’”.
“El Evangelio dice, en efecto, que vino a habitar entre nosotros. No vino de visita, vino a vivir con nosotros, a estar con nosotros”, insistió.
En definitiva, “¿Qué desea entonces de nosotros? Una gran intimidad. Quiere que compartamos con Él alegrías y penas, deseos y temores, esperanzas y tristezas, personas y situaciones”.
“Hagámoslo, abrámosle nuestro corazón, contémosle todo. Detengámonos en silencio ante el belén para saborear la ternura de Dios que se hizo cercano, que se hizo carne. Y sin miedo, invitémosle a nuestra casa, a nuestra familia, a nuestras fragilidades. Vendrá y la vida cambiará”, concluyó el Papa Francisco.
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