REDACCIÓN CENTRAL, 29 Dic. 20 (ACI Prensa).- "Muero voluntariamente por el nombre de Jesús y en defensa de la Iglesia" fueron las palabras de Santo Tomás Becket antes de entregar la vida en el martirio. Este gran santo y mártir murió por fidelidad a la Iglesia Católica, al oponerse a las intenciones del rey de Inglaterra quien pretendía someterla a su poder. Su fiesta se celebra el 29 de diciembre.
Santo Tomás nació en Londres, Inglaterra, en 1118, en el seno de una familia acomodada. Fue educado inicialmente por los monjes de la abadía de Merton en Surrey y posteriormente estudió en la Universidad de París. Después de la muerte de su padre, y de regreso a Inglaterra, Tomás empezó a trabajar como para el Arzobispo Theobald (Teobaldo) de Canterbury. Por su ingenio y sagacidad, se ganó la confianza del prelado y este lo convirtió en su hombre de confianza. Junto a Teobaldo realizó viajes por Francia e Italia. Luego, por encargo del Arzobispo, viajó varias veces a Roma como su representante. De esta forma, Tomás pudo conocer muchos de los lugares más importantes de la cristiandad, algo que marcaría su vida.
En 1154 fue ordenado diácono y sirvió como negociador de los asuntos de la Iglesia con la corona. Luego, a sugerencia del Arzobispo Teobaldo, el rey Enrique II lo nombró canciller de Inglaterra, cargo que desempeñó con sabiduría e imparcialidad. Enrique cultivó una amistad con Tomás, a la que el Santo respondió con absoluta fidelidad, aun a sabiendas de que el rey pretendía que le fuese útil en la causa contra los obispos ingleses, quienes -a su modo de ver- gozaban de privilegios excesivos en detrimento del poder real. Tomás nunca quiso hacer causa común con el rey en ese punto. Posteriormente, cuando murió Teobaldo, sería ordenado sacerdote y, casi inmediatamente, consagrado obispo, con lo que fue nombrado Arzobispo de Canterbury.
Como Arzobispo se entregó por completo al servicio de Dios, desarrollando un profundo amor por la Eucaristía. Las formas cortesanas empezaron a desaparecer y fueron reemplazadas por austeridad y desprendimiento. Tomás se convirtió en un hombre muy generoso, cercano a los más pobres, a quienes recibía en la abadía y atendía personalmente.
Al negarse a secundar los intereses de Enrique II, quien había emprendido un juego político para que la Iglesia en Inglaterra estuviera sujeta al poder del rey, optó por el exilio en Francia. Allí consiguió la protección del rey de Francia y del Papa Alejandro III, quien persuadió a Enrique II de hacer las paces con Tomás. Lamentablemente, tras volver a su patria, las tensiones comenzaron otra vez.
Un poco más tarde, el rey Enrique tomó noticia de que el Papa había excomulgado a los obispos recalcitrantes por usurpar los derechos del arzobispo de Canterbury y que Santo Tomás se mantendría firme hasta que los prelados prometieran obediencia al Sumo Pontífice. Mientras tanto, frente a la corte el Rey lleno de cólera gritaba: "¿No hay nadie que me libre de este sacerdote turbulento?". Cuatro caballeros escucharon la queja del gobernante, la asumieron como una orden y tomaron el asunto en sus manos.
El 29 de diciembre de 1170, los caballeros acompañados de una tropa de soldados se aparecieron a las afueras de la Catedral de Canterbury exigiendo ver al Arzobispo. Los presbíteros intentaron proteger al Santo y lo forzaron a refugiarse en la Iglesia, pero Tomás les prohibió bajo obediencia cerrar la puerta diciendo que "una iglesia no debe convertirse en un castillo". Los caballeros reclamaban la “traición” del arzobispo. "Aquí estoy", dijo Tomás, "No traidor, sino un sacerdote de Dios. Me extraña que con tal atuendo entren en la iglesia de Dios. ¿Qué quieren conmigo?". Un caballero levantó la espada para atacarle, pero uno que andaba a su lado lo protegió con el brazo. Entonces, los cuatro caballeros arremetieron juntos y asesinaron al Arzobispo en los peldaños del santuario. Mientras moría, Santo Tomás repetía los nombres de sus predecesores asesinados antes que él: “San Denis, San Elphege de Canterbury”. Sus últimas palabras fueron: "Muero voluntariamente por el nombre de Jesús y en defensa de la Iglesia".
El crimen causó indignación y el rey Enrique fue forzado a hacer penitencia pública y construir el monasterio en Witham, Somerset.
400 años después, cuando el rey Enrique VIII rompió la unidad de la Iglesia, Santo Tomás Becket fue sacado del calendario de los santos de Inglaterra, su santuario fue arrasado y sus reliquias quemadas.
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