VATICANO, 01 Feb. 19 (ACI Prensa).- El Papa Francisco recibió este viernes 1 de febrero a los participantes en el Capítulo General de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios y los identificó con la figura del buen samaritano.
En su discurso, destacó el discernimiento, la cercanía-hospitalidad y la misión compartida como los ejes de su misión caritativa y hospitalaria.
Sobre el discernimiento, afirmó que “se trata de una actitud fundamental en la vida de la Iglesia y en la vida consagrada”.
Aseguró que los tres objetivos marcados para el Año de la Vida Consagrada –“hacer memoria agradecida del pasado, vivir el presente con pasión y abrazar el futuro con esperanza”– es imposible vivirlos “sin un adecuado discernimiento”.
“Mirando al pasado, el discernimiento lleva a la purificación de nuestra historia y de nuestro carisma, a separar el grano de la paja, a fijar nuestra atención en lo que es importante”, explicó.
Al mismo tiempo, “mirando al futuro, el discernimiento les permitirá seguir haciendo fecundo el carisma de la hospitalidad y del cuidado, enfrentando los nuevos desafíos que se les presentan”.
En cuanto al segundo tema, cercanía-hospitalidad, el Santo Padre subrayó que “pasión y compasión son energías del Espíritu que darán sentido a su misión hospitalaria, que animarán su espiritualidad y darán calidad a su vida fraterna en comunidad”.
“En un consagrado, y en todo bautizado, no puede haber verdadera compasión por los demás si no hay pasión de amor por Jesús. La pasión por Cristo nos lanza a la profecía de la compasión. Que resuene en ustedes la causa de lo humano como causa de Dios. Y así, sintiéndose una familia, podrán ponerse en todo momento al servicio del mundo herido y enfermo”.
Francisco invitó a pensar “en la figura evangélica del samaritano” en un momento en que la sociedad parece encontrarse “en medio de tantos signos de muerte”. Destacó el signo del samaritano hacia la persona maltratada y abandonada, y cómo lo ayudó de forma desinteresada.
Aquel samaritano “no parecía tener muchos recursos, no pertenecía a ningún centro de poder que lo respaldara, no tenía más que su alforja, pero tenía la mirada atenta y allá, en lo más profundo de su ser, su corazón vibró al ritmo de otro”.
El Papa puso en valor cómo el samaritano cambió de planes al encontrarse a una persona en necesidad: “La urgencia de tender la mano al que lo necesita le lleva a posponer sus proyectos y a interrumpir su camino. La inquietud por la vida amenazada del otro hace que emerja lo mejor de su humanidad, derramando con ternura aceite y vino sobre las heridas de ese hombre medio muerto”.
Según explicó, en el gesto “de pura alteridad y de gran humanidad” del samaritano se encuentra la identidad de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios.
“De este modo pueden llevar a cabo su misión de anunciar y realizar el Reino entre los pobres y enfermos. Con su testimonio y sus obras apostólicas aseguran asistencia a los enfermos y necesitados, con preferencia por los más pobres, y promueven la pastoral de la salud”.
En este sentido, pidió a los miembros de la Orden que creen “redes samaritanas” en favor “de los más débiles, con atención particular a los enfermos pobres, y que sus casas sean siempre comunidades abiertas y acogedoras para globalizar una solidaridad compasiva”.
Por último, la misión compartida, “una verdadera urgencia, y no solo porque se atraviesan momentos de escasez de vocaciones, sino porque nuestros carismas son dones para toda la Iglesia y para el mundo”.
“Más allá del número y de la edad, el Espíritu suscita siempre una renovada fecundidad que pasa por un adecuado discernimiento e incrementa la formación conjunta, de tal forma que religiosos y laicos tengan un corazón misionero que salta de gozo al experimentar la salvación de Cristo, y la comparte como consuelo y compasión, corriendo el riesgo de ensuciarse en el lodo del camino”.
Además, animó “a cuidar su propia formación, y a no dejar de formar a los laicos en el carisma, la espiritualidad y la misión de la hospitalidad cristiana, para que también ellos tengan un cálido sentido de pertenencia y en sus obras nunca falte el testimonio de la espiritualidad que alimentó la vida de San Juan de Dios”.
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