, 27 Feb. 20 (ACI Prensa).- Una religiosa de Kenia (África) creó un moderno centro para personas con VIH y con sida, en el cual 13.508 personas “recobraron la esperanza” en los últimos 20 años.
El establecimiento se ubica en Upendo, al noroeste de Nairobi, capital de Kenia, en la Diócesis de Nakuru. Este centro tiene un dispensario, una fábrica de agua y una granja con cabras lecheras y pollos. Según los últimos datos del 20 de enero, el centro ha registrado un impacto en 13.508 personas, incluidas aquellas infectadas con VIH y otros de varios grupos vulnerables.
La fundadora es sor Florence Muia, de la Congregación de las Hermanas de la Asunción de Nuestra Señora de Nairobi, que recientemente obtuvo el título de Phd. en Estudios de la Paz y Conflictos de la Universidad de Ciencia y Tecnología Masinde Muliro.
Los pacientes del grupo de apoyo de Upendo Village declararon que hace diez años, cuando se les detectó el virus, pensaron que estarían sentenciados a muerte; sin embargo, sor Florence les devolvió la esperanza de vivir cuando los aseó, alimentó y les habló sobre el amor incondicional de Dios.
“Sor Florence me encontró acostada sola en la habitación donde me abandonaron. Mi recuento de CD4 era solo de dos, me estaba muriendo”, dijo Margaret, una de los miembros más antiguos del grupo de apoyo. Margaret estaba en una situación crítica, pues tenía solo dos células CD4 por milímetro cúbico de sangre, cuando lo normal oscila entre 500 y 1.600.
En declaraciones a ACI África, la religiosa compartió detalles de su vida, su motivación para la fundación del centro, los retos pasados y cómo es actualmente.
Primeros años y vocación de sor Florence
La religiosa, quinta de nueve hermanos, nació en una familia muy humilde de Kenia en 1957. Su madre era ama de casa y su padre trabajó en muchos oficios. Concluyó la primaria, pero tuvo que abandonar la secundaria por falta de recursos.
“Éramos muy pobres. Mis tres hermanas mayores solo fueron a la escuela primaria, pues era lo que podía pagar mi madre, una mujer campesina”, dijo sor Florence. “Repetí la clase dos veces para que mis hermanos mayores sean admitidos a la escuela secundaria”, añadió.
“Mi madre nunca fue bautizada y casi nunca iba a la Iglesia (…). Mi abuela fue quien nos llevó a la Iglesia. Yo la seguía a todos sus grupos de oración en el pueblo”, dijo sor Florence. Dijo que su abuela la llevó a la Iglesia por primera vez en quinto de primaria y durante ese tiempo conoció a varias religiosas y participó en actividades en la parroquia.
Tiempo después Florence llevó clases de Catecismo, fue bautizada y recibió la Primera Comunión. “Trabajé sola por mi fe. No fui bautizada de bebé. Asistí a clases de Catecismo y fui bautizada cuando tenía 15 años”.
Cuando era pequeña sintió la vocación de ser religiosa y un interés en el trabajo social, pues fue “tocada por la humildad de las monjas” que trabajaban en los colegios y en la parroquia. “Quería ser capaz de poder impactar en las vidas de los menos privilegiados”, dijo.
Florence se unió en enero de 1976 a la Congregación de las Hermanas de la Asunción de Nuestra Señora de Nairobi e hizo su primera profesión de votos el 27 de diciembre de 1978. Diez años más tarde regresó al colegio para terminar su educación y en 1985 sirvió como sacristana del Papa Juan Pablo II durante el Congreso Eucarístico Internacional de Nairobi.
Luego se inscribió y graduó con honores en Sociología y Antropología en 1996 en la Universidad Católica de África Oriental (CUEA). Después ganó una beca y se graduó en el master de “Consejería Pastoral” de la Universidad Jesuita de los Estados Unidos en el 2001.
Sor Florence y las personas con VIH y sida
En los 90 sor Florence trabajó como oficial de libertad condicional del Ministerio del Interior y del Patrimonio Nacional, donde fue testigo de tratos discriminatorios e inhumanos hacia las personas que padecían de VIH y sida debido a los estigmas y la ignorancia sobre el tema.
En el centro de libertad condicional Nakuru Girls en Naivasha, vio el despido de muchas mujeres por tener VIH o sida, y que otras no podían trabajar por su mal estado de salud. Fallecían casi 700 personas todos los días en todo el país y cuando morían “los enterraban en bolsas de polietileno, pues la gente temía ser infectada al ponerse en contacto con los cadáveres”, señaló sor Florence.
“Cerca de 1999, el presidente declaró el VIH un desastre nacional. En ese entonces había mucha ignorancia (…), y ya había mucho rechazo por parte de las personas más cercanas de los infectados”, dijo. “Los llamaban ‘animales’ o ‘monstruos’”, añadió. “Además, creían que la enfermedad era contagiosa, por lo que los encerraban en casas pequeñas y los dejaban morir”, explicó. Ese año la enfermedad mató 760 mil personas en Kenia por no tener el acceso a la medicación necesaria.
La religiosa recordó que realizó obras en favor de las personas con VIH cuando era estudiante en Estados Unidos, pues trabajó para que se apruebe el proyecto de ley que promovía la donación de medicinas para tratar este virus y el sida en países en vías de desarrollo como Kenia.
“Trabajé con un lobby en Wheaton para apoyar el proyecto de ley que el Senador Hyde presentó en el gobierno para financiar el tratamiento del VIH.”, dijo. En el 2008, la ley fue reautorizada por el presidente George Bush que permitió un mayor acceso a retrovirales.
Cuando empezó a asistir a conferencias sobre VIH y sida, vio el apoyo que recibían los pacientes en otros países. “Era un gran contraste comparado a lo que veía en mi país, donde había mucha ignorancia, estigmas y carencia de medicinas”, dijo. “Esto fue lo que me movió el corazón y motivó a hacer algo por (…) quienes estaban en extrema necesidad de amor y cuidado”, afirmó. Tiempo después, regresó a África, convencida de que los pacientes de VIH y de sida tenían que vivir en mejores condiciones y con la firme decisión de cuidar a quienes habían sido rechazados por la sociedad.
Upendo Village: inicios y actualidad
En el 2002, cuando sor Florence conoció a Mons. Peter Kairo, actual Arzobispo Emérito, ella ya tenía en mente ponerle al establecimiento “Upendo Village”, un lugar para personas que viven con VIH y sida que han sido excluidas de la sociedad.
“Quería que todos los pacientes con VIH y sida sientan el amor incondicional de Dios. Ellos habían sido abandonados y aquellos que tenían piedad solo les arrojaban comida, sin siquiera atreverse a acercarse. Quería acercarme a ellos y hacerlos sentir que eran amados”, dijo.
Mons. Kairo le dio el terreno que había sido destinado a la construcción de una escuela en Naivasha, pues dijo que levantar un centro para personas con VIH y sida “era un gran clamor que necesitaba ser escuchado”.
Al inicio, solo contaron con dos aulas abandonadas que habían sido una escuela de enfermeras. La Congregación de Hermanas Franciscanas de Wheaton, Estados Unidos, le ayudaron a adaptar las instalaciones a las necesidades de los pacientes.
Al inicio, “Upendo Village” fue un programa de alcance comunitario, donde la religiosa, equipada con termos de agua tibia y papilla, llevaba pacientes a sus casas en un automóvil donado. “Quería bañarlos, alimentarlos con la papilla y hablarles del amor de Dios. Algunos se preguntaban por qué no les tenía miedo. Luego, lentamente empezaron a abrirse a mí”, dijo, “Poco a poco comencé a alentarlos a ir a hospitales para recibir tratamiento”, agregó.
Movidos por las acciones de sor Florence, miembros de las pequeñas comunidades cristianas de la diócesis y voluntarios de otras agrupaciones se unieron al programa.
En 2003, ella creó un grupo de apoyo para personas con VIH y sida, y realizó la primera capacitación que atrajo trabajadores de salud voluntarios. Sin embargo, la mayoría “abandonaron el programa cuando se dieron cuenta que no tenía dinero para pagarles”.
En el 2004, una enfermera se unió a “Upendo Village”.“Nosotros íbamos con la enfermera con medicamentos para tratar de forma oportuna las infecciones de los pacientes y también para arreglar las habitaciones oscuras que albergaban los pacientes”, dijo sor Florence.
El establecimiento creció hasta llegar a tener un grupo de profesionales completo, una farmacia, un departamento dental, un laboratorio, un centro de asesoramiento, un centro de pruebas voluntarias y otros departamentos abiertos para el público en general.
Actualmente, cuenta con una planta de tratamiento de agua, donde se realiza un proyecto para purificar agua y venderla, así como una granja modelo donde se enseña a criar pollos y cabras para tener una estabilidad económica.
El proyecto también tiene programas para niños vulnerables, uno de nutrición, otro para adultas mayores que cuidan niños huérfanos y una Unidad de Prevención de la Transmisión de VIH y sida de madre a hijo a causa de la lactancia.
En el 2014 se inauguraron el centro administrativo y la moderna planta de agua, en donde participó la primera dama de Kenia, Margaret Kenyatta.
Traducido y adaptado por Cynthia Pérez. Publicado originalmente en ACI Prensa África.
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