REDACCIÓN CENTRAL, 12 Jul. 18 (ACI Prensa).- “En las familias siempre, siempre hay cruz, siempre. Porque el amor de Dios, el Hijo de Dios, nos abrió también ese camino. Pero en las familias también después de la Cruz hay Resurrección”, señaló el Papa Francisco durante el Encuentro Mundial de las Familias - Filadelfia 2015.
Una familia cuya vida fue profundamente marcada por la Cruz fue la de Santa Teresita del Niño Jesús y sus padres, Santos Celia y Luis Martin.
Ellos hicieron de los dolores y las tribulaciones un camino de santidad.
Aquí presentamos siete dolores que marcaron a la familia de Santa Teresita del Niño Jesús, los cuales pueden ayudar y dar esperanza a quienes atraviesan situaciones similares:
1. Extrema exigencia
Luis y Celia fueron hijos de padres militares, cristianos de fe viva.
Sin embargo, Celia fue criada con extrema rudeza, autoritarismo y exigencia. Se sabe que su madre fue una mujer de muy mal carácter.
Por ello, en una de sus cartas la santa afirmó que su infancia y juventud fueron tristes “como un sudario” y que su madre “era demasiado severa; era muy buena pero no sabía darme cariño, así que sufrí mucho”.
2. Rechazados para la vida religiosa
Celia estudió en el internado de las religiosas de la Adoración perpetua y Luis con los Hermanos de las Escuelas Cristianas (La Salle). Durante su juventud, ella pidió formar parte de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul y él quiso ingresar al Monasterio del Gran San Bernardo. Sin embargo, ambos fueron rechazados.
Luis se dedicó al oficio de relojería y Celia se convirtió en una famosa empresaria con el “punto de Alençon”, un famoso encaje de la época.
En una ocasión, ambos se cruzaron por la calle y Celia quedó impresionada al ver a un joven de noble fisonomía, semblante reservado y dignos modales. Ella sintió una voz que le decía: “Éste es el hombre predestinado para ti”. Se conocieron, se enamoraron y tres meses después de su primer encuentro se casaron.
3. La pérdida de los hijos
Luis y Celia tuvieron nueve hijos, pero sufrieron la muerte prematura de cuatro de ellos.
Entre las cinco hijas que sobrevivieron se encontraban Santa Teresita del Niño Jesús y Leonia, cuya causa de beatificación fue abierta en el 2015.
4. El cáncer
A los 45 años, Celia se enteró de que tenía un tumor en el pecho y vivió su enfermedad con mucha esperanza cristiana hasta su muerte en 1877.
Tras la muerte de su esposa, Luis tuvo que sacar adelante a su familia. Se trasladó a Lisieux, donde residía el hermano de Celia, y la tía Celina lo ayudó a cuidar de las hijas. Años más tarde, las cinco se hicieron religiosas, cuatro en el Carmelo y una en la Visitación.
5. Holocausto para Dios
Luis tenía una enfermedad que lo fue invalidando hasta el punto de perder sus facultades mentales. Fue internado en el sanatorio del Buen Salvador en Caen.
En ocasiones tenía periodos de alivio y tuvo la plena facultad de ofrecerse como víctima de holocausto a Dios. Partió a la Casa del Padre en julio de 1894.
6. Camino de soledad
Santa Teresita sufrió mucho con la muerte de su mamá y escogió a su hermana Paulina como su segunda madre. Tiempo después, Paulina ingresó al Carmelo y la pequeña Teresa cayó gravemente enferma con síntomas alarmantes de regresión infantil, alucinaciones y hasta anorexia.
El 13 de mayo de 1883, después de varios novenarios de Misas y oración, una imagen de la Virgen María sonrió a Teresa y ella quedó curada súbitamente.
La santa también sufrió por la enfermedad de su amado padre, quien la llamaba “su reinecita”.
7. Firmes ante las adversidades
En su libro “Historia de un Alma”, Santa Teresita escribió lo siguiente sobre sus progenitores: “Tuve la dicha de pertenecer a unos padres incomparables, que nos rodearon de los mismos cuidados y cariños… Quería Jesús sin duda, en su amor, hacerme conocer a la madre incomparable que me había dado, y a la que su divina mano quería a toda prisa coronar en el cielo… Mis primeros recuerdos guardan la huella de las más tiernas sonrisas y caricias… Amaba yo mucho a papá y a mamá, y les demostraba de mil maneras mi ternura”.
“Nuestro padre querido bebería la más amarga, la más humillante de todas las copas… El 29 de julio del año pasado, Dios rompió las ataduras mortales de su incomparable servidor, llamándole a la recompensa eterna” (Tomado de “Historia de un alma”).
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