REDACCIÓN CENTRAL, 15 Jul. 18 (ACI Prensa).- "El gozo espiritual es la mejor señal de que la gracia habita en un alma", escribió una vez San Buenaventura, Doctor de la Iglesia, conocido como “Doctor Seráfico” por sus escritos encendidos de fe y amor al Señor.
San Buenaventura nació en Italia por el 1221. Después de tomar el hábito de la orden franciscana, estudió en la Universidad de París (Francia). Más adelante enseñó teología y Sagrada Escritura en ese mismo centro de estudios.
Dedicaba mucho tiempo a la oración y su rostro alegre y sereno era el reflejo de su alma. Sin embargo, empezó a considerarse indigno, lleno de faltas, y algunas veces se abstenía de comulgar, a pesar que su alma lo deseaba con todo su amor.
Pero Dios le mostró su misericordia y tuvo una revelación divina en la que recibió la comunión. Desde aquel día, San Buenaventura comulgó normalmente y luego se preparó a recibir el orden sacerdotal.
Compuso su “Comentario sobre las sentencias de Pedro Lombardo”, que es una gran suma de teología escolástica. "La manera como se expresa sobre la teología, indica que el Espíritu Santo hablaba por su boca”, decía el Papa Sixto IV de esta obra.
Por ese tiempo se desencadenó un ataque de algunos profesores de la Universidad de París contra los franciscanos, producto de la envidia e incomodidad que generaban los éxitos pastorales de la vida santa de los miembros de la orden.
El Papa intervino y después de una investigación se les devolvió sus cátedras a los hijos de San Francisco. En 1257 San Buenaventura y Santo Tomás de Aquino recibieron el título de doctores.
San Buenaventura es elegido superior general de los frailes menores y asume una orden desgarrada entre los que pedían una severidad inflexible y los que deseaban que se mitigase la regla original. De esta manera, el Santo empezó a escribir la vida de san Francisco de Asís.
En una ocasión Santo Tomás de Aquino fue a visitar a Buenaventura cuando escribía sobre “el pobre de Asís”. Al llegar lo encontró en su celda en plena contemplación y Santo Tomás se retiró diciendo: “Dejemos a un Santo trabajar por otro Santo”. Esta obra biográfica se llamó “La Leyenda Mayor”.
Fue nombrado Cardenal Obispo de Albano y llamado inmediatamente a Roma. El Papa Gregorio X le encomendó la preparación de los temas del Concilio ecuménico de Lyon sobre la unión con los griegos ortodoxos, en la que participó activamente.
Renunció a su cargo de superior general de la orden y poco tiempo después partió a la Casa del Padre la noche del 14 al 15 de julio de 1274 en Lyon.
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