, 22 Dic. 20 (ACI Prensa).- El Papa Francisco ha reconocido el martirio del Siervo de Dios Rosario Angelo Livatino, un juez que fue asesinado por la mafia cuando trabajaba en un juzgado en Sicilia hace treinta años.
Según informó la oficina de prensa de la Santa Sede este 22 de diciembre, el Papa recibió el lunes al prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, Cardenal Marcello Semeraro, y autorizó la promulgación de varios decretos, entre los que se encuentra el martirio del laico italiano.
Rosario Angelo Livatino nació el 3 de octubre de 1952 en Canicatti, en la provincia italiana de Agrigento. Decidió seguir la misma carrera que su padre e ingresó a la facultad de Jurisprudencia de Palermo. Terminó sus estudios de abogacía a los 22 años con las mejores calificaciones.
“Hoy he hecho el juramento. Desde hoy estoy en la magistratura. Que Dios me acompañe y me ayude a respetar el juramento y a comportarme en el modo que exige la educación que mis padres impartieron”, escribió en su diario cuando comenzó a trabajar como juez.
El 21 de agosto de 1989 fue nombrado juez de la sección de prevención del Tribunal de Agrigento. En ese puesto tuvo a su cargo varios procesos contra miembros de la mafia condenados a cadena perpetua.
El 21 de septiembre de 1990 fue interceptado por cuatro sujetos mientras conducía su auto. En medio de los disparos, Livatino logró salir del carro y trató de correr. Malherido se acercó al margen de la carretera y uno de los asesinos se acercó para rematarlo. El hombre que finalmente acabó con la vida del juez era Gaetano Puzzangaro, quien proporcionó uno de los testimonios para la causa de beatificación del magistrado.
Después de la muerte de Livatino, se encontró una Biblia llena de anotaciones en su escritorio, donde siempre guardaba un crucifijo.
El 2018, durante la presentación del dossier que se enviará a la Congregación para las Causas de los Santos para la revisión del caso de Livatino, el Arzobispo de Agrigento, Cardenal Francesco Montenegro, indicó que la presencia del juez “es como la de un sol que brilla en esta tierra donde estamos habituados a resaltar lo oscuro”.
“Confiamos todo este trabajo al amor misericordioso de Dios. Queriendo recordar una de las frases típicas del juez Livatino, lo ponemos ‘bajo la tutela de Dios’, bajo su mirada de Padre que sigue indicándonos en la justicia el camino seguro para encontrar la salvación”, resaltó el Cardenal.
“Bajo la tutela de Dios” es una frase escrita en latín en la libreta que se halló junto al cuerpo del juez, asesinado por la Stidda, la mafia que ordenó su muerte.
Livatino solía referirse a esta frase en algunos documentos con las iniciales “STD” (Sub Tutela Dei en latín).
El Cardenal indicó que para comprender el legado del juez es necesario mirar la “brújula” en las palabras de San Juan Pablo II, que lo definió como “mártir de la justicia, y por ello, indirectamente, de la fe”.
El Cardenal resaltó que el Papa peregrino “orientaba a buscar el motor que había movido a Livatino no solo en la causa de la justicia humana, sino en la fe cristiana, el jefe de su vida de operador de justicia. Impulsado por ella pudo consumar toda su vida”.
El Purpurado dijo que Livatino nos enseña que para “llegar a ser santos no debemos apartarnos de nuestros compromisos, sino que debemos ensuciarnos las manos en nuestras labores diarias, tratando de mantener limpio el vestido bautismal”.
“Livatino para nosotros es una expresión de un cristianismo basado en la unión con Dios y el servicio al hombre, de oración y acción, de silencio contemplativo y de valentía heroica”, agregó.
Antes de su muerte, el juez Livatino señaló que “la justicia es necesaria, pero no suficiente, y puede y debe ser superada por la ley de la caridad, que es la ley del amor, el amor al prójimo y a Dios”.
“Y una vez más será la ley del amor, la fuerza vivificante de la fe, la que resolverá el problema de raíz. Recordemos las palabras de Jesús a la mujer adúltera: ‘El que esté sin pecado, que tire la primera piedra’. Con estas palabras indicó la profunda razón de nuestra dificultad: el pecado es sombra; para juzgar se necesita la luz, y ningún hombre es luz absoluta”, resaltó.
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