, 08 May. 20 (ACI Prensa).- Horas después de la publicación de una polémica carta abierta sobre la pandemia del coronavirus, el Cardenal Robert Sarah, prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, que aparecía como uno de los firmantes, negó haber firmado el texto.
La carta titulada “Llamamiento para la Iglesia y el mundo” señala que la pandemia del coronavirus ha sido exagerada para “generar pánico entre la población con el único fin de imponer de modo permanente formas inaceptables de restricción de las libertades, control de las personas y vigilancia de sus movimientos. Esta forma de imposiciones antidemocráticas preludian de manera inquietante un Gobierno Mundial que escapa a todo control”.
El Cardenal Sarah dijo en su cuenta de Twitter que “comparto de manera personal algunos asuntos o preocupaciones respecto a las restricciones de las libertades fundamentales, pero no he firmado la petición”.
“Un cardenal prefecto de la Curia Romana tiene que observar una cierta reserva en temas políticos, entonces he pedido explícitamente esta mañana a los autores de la petición titulada ‘para la Iglesia y el mundo’ que no me mencionen”, escribió el Cardenal en otro tuit.
El Cardenal Sarah estaba entre los firmantes de la carta cuando fue publicada el 7 de mayo por el National Catholic Register, LifeSiteNews, y otros sitios web. Lo dicho por el Purpurado africano cuestiona la legitimidad de la presencia de otros firmantes de la carta.
Jeanette DeMelo, editor del National Catholic Register, dijo a CNA, agencia en inglés del Grupo ACI, que el principal autor de la carta es el Arzobispo Carlo Viganó, exnuncio apostólico en Estados Unidos.
Mons Viganó saltó a la luz pública en agosto de 2018 con una carta abierta en la que señalaba que oficiales del Vaticano ignoraron las advertencias respecto a los abusos sexuales del excardenal Theodore McCarrick. Desde entonces, el exnuncio ha publicado numerosas cartas donde expresa su punto de vista sobre asuntos de la Iglesia, que incluyen la crítica al Papa Francisco y a otros miembros de la Curia Vaticana.
“The Register contactó al Arzobispo Viganó, el principal autor, y le preguntó específicamente sobre la autenticidad de la firma del Cardenal Sarah y él dijo: ‘puedo confirmar 100% que el Cardenal Sarah la firmó”, dijo DeMelo a CNA.
Entre los firmantes de la carta, además del Cardenal Sarah, que ahora indica que no la suscribió, están el Cardenal Gerhard Müller, prefecto emérito de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el Cardenal Joseph Zen Ze-kiun, Obispo Emérito de Hong Kong, y el Cardenal Janis Pujats, Arzobispo Emérito de Riga (Letonia).
La carta también incluye a dos obispos de Estados Unidos: Mons. Rene Gracida, Obispo Emérito de Corpus Christi, y Mons. Joseph Strickland, Obispo de Tyler en Texas. Sin embargo, Mons. Stickland indicó a CNA en un correo electrónico que él “no firmó esta carta”.
Otros firmantes son el Obispo Auxiliar de Astana (Kazakhstan), Mons. Athanasius Schneider, y el P. Curzio Nitoglia, sacerdote de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X (lefebvristas), un grupo que no está en plena comunión con la Iglesia. Este sacerdote es autor de un artículo titulado “El Magisterio del Vaticano II”, publicado en 1994, en el que se afirma que “la Iglesia del Vaticano II por lo tanto no es la Iglesia Católica Apostólica y Romana instituida por nuestro Señor Jesucristo”.
En la carta del 7 de mayo también se indica que “los hechos han demostrado que, bajo el pretexto de la epidemia de COVID-19 se ha llegado en muchos casos a vulnerar derechos inalienables de los ciudadanos, limitándose de forma desproporcionada e injustificada sus libertades fundamentales, entre ellas el ejercicio de las libertades de culto, de expresión y de movimiento”.
“Muchas voces autorizadas del mundo de la ciencia y de la medicina confirman que el alarmismo que han manifestado los medios informativos al COVID-19 no parece totalmente justificado”, prosigue.
Casi 4 millones de personas en todo el mundo padecen de coronavirus y más de 271 mil personas han fallecido a causa de la enfermedad. Las tasas de mortalidad en algunos países sugieren que el número de muertos podría ser mayor.
La pandemia y la distancia social así como las órdenes de confinamiento se han convertido recientemente en fuente de controversia en distintos lugares del mundo. Algunos expertos afirman que las reuniones con aglomeración de personas como las protestas en Estados Unidos pueden llevar a nuevos brotes de la enfermedad.
La carta refiere asimismo que la crisis ocasionada por la pandemia favorece “la interferencia de potencias extranjeras, con graves repercusiones sociales y políticas. Quienes ejerzan cargos gubernamentales deben impedir estas formas de ingeniería social, adoptando medidas encaminadas a la tutela de sus ciudadanos, a quienes representan y en cuyo interés tienen la grave obligación de realizar sus funciones”.
“La criminalización de las relaciones personales y sociales debe considerarse asimismo una parte inaceptable del proyecto de quienes promueven el aislamiento de las personas para manipularlas y dominarlas mejor”, agrega.
Hasta ahora no se conoce una cura o un tratamiento efectivo para el coronavirus, algunos afirman que la hidroxicloraquina podría surtir efecto; aunque otros señalan que el fármaco podría elevar la tasa de mortalidad entre los pacientes de COVID19.
En una referencia que parece referirse a la controversia por este fármaco, la carta solicita “a la comunidad científica que vele porque se promuevan honradamente y con miras al bien común curas para el COVID-19, evitando escrupulosamente que intereses inicuos influyan en las decisiones de los Gobernantes y los organismos internacionales. No es razonable penalizar remedios que se han revelado eficaces, en muchos casos de bajo costo, para privilegiar curas o vacunas no tan eficaces pero que garantizan ingresos mucho mayores a las empresas farmacéuticas, aumentando los costos de la sanidad pública”.
“Como Pastores que somos, recordemos también que para un católico es moralmente inaceptable inocularse con vacunas en cuya producción se ha utilizado material procedente de fetos abortados”, agrega.
La carta también destaca que los gobiernos no pueden restringir la libertad de culto, tampoco en lo que se refiere a los sacramentos.
“El Estado no tiene el menor derecho a interferir por motivo alguno en la soberanía de la Iglesia. La colaboración de las Autoridades Eclesiásticas, que jamás ha sido negada, no supone por parte de las civiles prohibiciones ni limitaciones al culto público o el ministerio sacerdotal. Los derechos de Dios y de los fieles son ley suprema de la Iglesia que ésta no quiere ni puede abrogar. Solicitamos que nos sean retiradas las limitaciones a la celebración del culto público”, prosigue la carta.
En distintos lugares los obispos se han pronunciado en contra de las restricciones del culto público, como en Italia, donde la conferencia episcopal criticó al anuncio de la extensión de las medidas por parte del primer ministro.
Dos días después, el Papa Francisco elevó sus oraciones para pedir que los cristianos respondan al levantamiento del confinamiento con “prudencia y obediencia”.
Además de cardenales, obispos y sacerdotes, la carta está firmada por algunos académicos, periodistas y científicos. Están en la lista los vaticanistas Marco Tosatti y Robert Moynihan, el editor de Lifesitenews, John-Henry Westen; Stephen Mosher, presidente del Population Research Institute (PRI), y líderes de grupos provida de Texas y Ohio en Estados Unidos.
Los firmantes de la carta animan a los católicos y “a las personas de buena voluntad” a “valorar la situación actual de forma coherente con las enseñanzas del Evangelio, y ello exige tomar partido: o con Cristo o contra Cristo”.
“No permitamos que con la excusa de un virus se borren siglos de civilización cristiana para instaurar una odiosa tiranía tecnológica en que personas sin nombre y sin rostro decidan la suerte del mundo confinándonos a una realidad virtual. Si tal es el proyecto que tienen para dominarnos los poderosos de la tierra, sepan que Jesucristo, Rey y Señor de la Historia, ha prometido que ‘las puertas del Infierno no prevalecerán’ (Mt.16,18)”, asegura la carta.
La Santa Sede no se ha pronunciado sobre la carta.
Traducido y adaptado por Walter Sánchez Silva. Publicado originalmente en CNA
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